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Islam Perspectiva Historica

El Islam comenzó con el acontecer del ser humano sobre la faz de la Tierra – con más precisión, en el momento de su creación y descenso. Allah creó a Adán y a Eva, exigiéndoles que Le adorasen y que viviesen una vida de obediencia a la Voluntad Divina.

Allah es el Creador y Sostenedor del Universo y de los seres humanas. El Hombre ha de volverse a El en su búsqueda de sustento y guía. La propia palabra “Islam” significa obediencia a Dios. Desde este punto de vista, el Islam es la religión natural del hombre – la única dirección natural del hombre es la de dirigirse a El en pos de una guía.

El día en que a Adán y a Eva se les hizo descender a la Tierra para que en ella viviesen. Allah les dijo que ellos eran Sus siervos y que El era Amo y Creador suyos. Les dijo a ellos y a toda la Humanidad que la mejor dirección era la de seguir Su guía, obedecer Sus órdenes y abstenerse de lo que El había prohibido. Dios les dijo que estaría complacido si Le obedecían y que, a cambio, El se lo recompensaría. Sin embargo, si hacían caso omiso a Sus órdenes, esto Le desagradaría y les castigaría. Este fue el simple comienzo del Islam.

Adán y Eva invitaron a sus hijos a seguir el modo de vida islámico. Ellos, sus hijos y las generaciones posteriores siguieron las enseñanzas del Islam tal y como fueron expuestas por el Profeta Adán (sobre él sea la paz) por largo tiempo. Fue únicamente más tarde, cuando cierta gente empezó a desobedecer a Allah. Algunos empezaron a adorar otros dioses fabricados por ellos; otros se consideraban a sí mismos como dioses; mientras otros llegaron incluso a declarar su libertad de hacer lo que quisiesen – desafiando las órdenes dadas por Dios. Así es como el “Kufr” (infidelidad) empezó a existir. Su esencia está basada en rehusar a adorar a Dios – aforrándose  a un camino de desafío al Creador.

Cuando el Kufr (infidelidad) empezó a aumentar y a multiplicarse afectó a la sociedad de distintos modos. Explotación, opresión, vicio e inmoralidad empezaron a emerger bajo distintas formas. La vida comenzó a ser intolerable. Allah, entonces, designó a ciertos hombres justos para predicar el Mensaje de la Verdad entre los pecadores, invitarles al camino recto y convertirles en gentes temerosas de Dios – adorando y obedeciéndole sólo a El. En definitiva, se les pidió que llevasen a cabo una misión: hacer de la gente musulmanes justos y verdaderos. Estos nobles hombres investidos con esta misión fueron llamados Profetas o Mensajeros de Allah. Allah envió estos Profetas a diferentes naciones y pueblos. Todos ellos fueron honestos, verídicos y gente de noble carácter. Todos ellos predicaron la misma religión: el Islam. Algunos de ellos fueron: Noé, Abraham, Moisés y Jesús. Todos ellos fueron Profetas de Dios y miles de ellos fueron, a lo largo de los siglos, enviados al mundo para guiar a la Humanidad.

En la historia de los últimos miles de años, se puede apreciar la recurrente llegada de Profetas allá donde el kufi (infidelidad) aumentaba y tomaba proporciones amenazadoras. Los Profetas intentaron detener la ola de infidelidad e invitaron a la gente al modo de vida islámico; pero algunos lo rechazaron. La gente que siguió a los Profetas se convirtieron en musulmanes y, tras aprender de ellos elevadas disciplinas éticas y morales, comenzaron a propagar nobleza y bondad. Habiendo olvidado las enseñanzas del Islam, otras generaciones posteriores de musulmanes se hundieron en la infidelidad. Cada vez que esa situación emergía. Dios mandaba un Profeta o Mensajero para revivificar el Islam. Esta continua llegada de mensajeros de Dios se mantuvo a lo largo miles de años. Durante esos largos años, el Islam fue revivificado por esos Profetas, los cuales repitieron el Mensaje olvidado por sus pueblos. Por fin. Dios mandó al Profeta Muhammad (sobre él sea la paz), el cual revivificó el Islam de un modo tan excepcional que hoy por hoy aún existe y continuará existiendo (si Dios quiere) hasta la eternidad.

El Profeta Muhammad (sobre él sea la paz) nació en el 571 d.C. en la famosa ciudad de Arabia llamada Meca. El Islam no tenía ningún seguimiento entonces en Arabia ni en ningún lugar del mundo. Sin embargo, restos de las enseñanzas de Profetas anteriores podían ser encontradas entre algunas gentes piadosas que intentaban adorar a un sólo Dios y vivir una vida de obediencia a El. La verdadera religión se encontraba perdida en un laberinto de paganismo y ateísmo. La adoración pura de Dios, sin que estuviese adulterada por el “shirk” (adoración de falsos dioses), no se encontraba en ninguna parte. Los valores morales habían perdido su fuerza y la gente consentía todo tipo de relajación y maldad en el comportamiento. Esta era la situación en Arabia y en el mundo entero al final del siglo sexto cuando Dios decidió mandar al Profeta Muhammad (sobre él sea la paz) como Su último Mensajero. Pasó cuarenta años de su vida como observador paciente en la ciudad de La Meca. Todos le respetaban por sus nobles cualidades de mente y alma. Pero nadie era consciente de que este hombre estaba destinado a convertirse en el más grande líder mundial.

En su juventud, el Profeta Muhammad (sobre él sea la paz) Se sintió bastante apenado al ver la gran inmoralidad reinante en su tiempo. El hombre explotaba al hombre. Había injusticia y tiranía. Se sentía apenado y ansioso, pero se mantenía un tanto en silencio, puesto que era incapaz de concebir un remedio para la enferma Humanidad de su tiempo. Por fin, Dios le eligió como Mensajero Suyo. Cuando llegó a la edad de cuarenta años, Dios le encomendó la Misión de difundir el Islam, la verdadera religión de Dios, la religión de la paz y la justicia, a través de Revelaciones que hoy conocemos como el Corán.

Después de haber sido designado Mensajero de Dios, el Profeta Muhammad (sobre él sea la paz) empezó a comunicar el Mensaje de Dios en La Meca a su gente. Empezó a invitarles a que no adorasen a nadie más que a Dios – único Creador y Señor de ellos. La gente en general se le opuso e intentó impedirle que difundiese el Islam. El, sin embargo, continuó su trabajo con una determinación y dedicación inalterable. Como resultado de ello, mucha gente honesta se reunió alrededor de él, los cuales se convirtieron en sus leales partidarios. Las enseñanzas del Mensajero de Dios se difundieron lenta pero firmemente fuera de su Meca nativa a lo largo de toda Arabia. Aquellos que poseían una reputación de honestidad y excelencia moral empezaron a aceptar la Fe, mientras que cierta oposición provenía por parte de gente ignorante y de algunos focos de vicio. Esto se prolongó a lo largo de trece años. Se iba gradualmente conquistando nuevos terrenos. El Islam ganaba seguidores a lo largo de toda Arabia. Esta era una de las facetas del asunto. Por otra parte, los defensores del antiguo orden -gente con intereses creados y saturados de ignorantes costumbres- endurecían su oposición al Islam. Siempre que se daban nuevos musulmanes, éstos eran objeto de abusos, humillaciones, palizas, torturas, expulsiones e incluso muerte. Sin embargo, permanecieron firmes y resueltos. Finalmente, los dignatarios de La Meca concibieron un plan para asesinar al Mensajero de Dios y así arrancar de raíz el movimiento islámico. Cuando la situación alcanzó ese funesto grado, Dios ordeno a Su Mensajero que abandonase La Meca y que emigrase a Medina.

Al enterarse que el Profeta tenía intención (de abandonar La Meca, sus líderes aceleraron sus planes para asesinarle durante su viaje. A pesar de todo, su odiosa conspiración no tuvo éxito. El Profeta llegó a Medina sano y salvo. Esta es la más famosa emigración (hégira) de la historia del Islam. El calendario musulmán comienza en ese día, siendo los años designados como “después de la hégira” (d.H.).

Medina, situada a unos 450 kilómetros de La Meca, crecía como centro del Islam. Un gran número de gente se habían ya adherido a la nueva fe. Las enseñanzas del Islam ganaban nuevos partidarios cada día. Los líderes de las dos mayores tribus de Medina habían aceptado el Islam y estaban dispuestos a sacrificar sus vidas y propiedades en la causa. En ese momento, el Profeta empezó a considerar la idea de trasladarse a Medina. Tan pronto como el Profeta se estableció en Medina, los nuevos musulmanes empezaron a venir en tropel a la ciudad desde los cuatro rincones de Arabia. Esto fortaleció más el nuevo centro. El Islam dejó de ser una religión perseguida; pues podía llegar a establecerse firmemente, amén de estar siéndole proporcionada la oportunidad histórica de fundar una Sociedad y un Estado islámicos. Esto constituía el desarrollo más importante del período post-hégira. Los líderes de La Meca, los defensores del antiguo orden, no desconocían la importancia de este cambio. Se dieron cuenta de que un nuevo modelo iba a ser establecido, el cual iba a ser un desafío para el modo en que ellos gobernaban su sociedad. Esto provocó un gran estado de ansiedad entre ellos. Decidieron destruir esta fuerza emergente mientras aún permaneciese en su estado incipiente. Creían que sería fácil aplastar a los musulmanes mientras fuesen pocos, estuviesen lejos unos de otros y careciesen de un poder centralizado. Ahora las cosas estaban cambiando. Los musulmanes se estaban concentrando en un solo sitio y estaban organizando una nueva sociedad con su propio gobierno. Las expectativas de aniquilar a dicho estado, una vez estuviese firmemente atrincherado, les parecían bastante remotas. Los infieles temían que si les era permitido a los musulmanes tomar impulso podrían convertirse en un gran poder.

Consecuentemente, se apresuraron en unificarse con vistas a erradicar el embrionario gobierno islámico de Medina. Los líderes rnecanos no perdieron tiempo alguno en lanzar una potente y clara llamada a sus amigos y parientes y a todos los partidarios del viejo orden de las ciudades vecinas y de toda Arabia para que, junto a ellos, se reorganizasen y formasen una fuerza que pudiese aplastar a los musulmanes. Formaron un cuerpo de caballería que una y otra vez invadía Medina y sus alrededores con toda su fuerza militar. Sin embargo, no pudieron derrotar al Profeta y a sus leales seguidores. A pesar de todos los esfuerzos hechos por los infieles, el Islam continuó expandiéndose por Arabia. La gente buena y honesta continuó renunciando al “kufr” (infidelidad) y entrando en el Islam.

Finalmente el Islam coronó su éxito con la entrada victoriosa del Profeta en La Meca – en su día plaza fuerte del “kufr”. Esto ocurrió a los ocho años del establecimiento del Estado Islámico de Medina. Tan pronto como La Meca se sometió a las fuerzas islámicas, el resto de grupos de infieles hostiles empezaron a rendirse. Al año siguiente, toda Arabia aceptó el Islam, estableciendo los musulmanes un poderoso gobierno sobre un arca consistente en alrededor de un millón doscientas mil millas cuadradas.

Arabia poseía el gobierno más singular de la época, basado en la soberanía de Dios y de la viceregencia (Jilafah) del hombre. La ley de la tierra era islámica. La administración del estado estaba en manos de gente honesta y piadosa. El país no tenía huella alguna de violencia, opresión, injusticia o inmoralidad. La paz, la justicia, la verdad y la honestidad reinaban con supremacía por doquier. Mucha gente de la región llegó a poseer los más altos atributos morales, puesto que eran sinceros adorando a Dios y obedeciéndole.

El Profeta Muhammad (sobre él sea la paz) cambió el carácter de la vida árabe en el corto espacio de tiempo de apenas veintitrés años. Infundió en la gente un espíritu que ayudó a servir la causa del Islam. Se lanzaron en la gran misión de difundir el Islam a lo largo del mundo. El Profeta murió a la edad de sesenta y tres años tras finalizar la más grande misión de todos los tiempos.

Los Compañeros del Profeta tomaron la misión de éste tras su muerte. Viajaron a tierras lejanas para difundir las enseñanzas del Islam. Tuvieron éxito allá donde fueron. Todos los obstáculos que hallaron a lo largo de su misión propagadora fueron remontados. El Islam se higo tan fuerte en tan poco tiempo que nadie se atrevió a detener su crecimiento. Los musulmanes se extendieron de la India a España. Cambiaron la faz de la tierra. Todos los habitantes de los países que visitaron estuvieron tan impresionados por su buen ejemplo y noble carácter que empezaron a entrar rápidamente en el seno del Islam. Adonde fuese que los musulmanes iban, llevaban consigo sus más altos atributos – tanto es así que la inmoralidad y la injusticia se disolvían ante su presencia. Transformaron a ateos en devotos, dándoles la Luz del Conocimiento y un firme carácter. Cambiaron su forma de vida de tal modo que la virtud y la bondad prevaleciesen. El clima social fue remodelado y reformado por completo. Las manos de los opresores fueron detenidas y un reino de justicia y equidad fue establecido. Este fue el más grande logro de la Humanidad. Los Compañeros del Profeta rindieron otro gran servicio a la Humanidad. Este consistió en memorizar el Corán, preservándole en su forma originaria tal y como le fue revelado al Profeta. Lo escribieron palabra por palabra sin perder trazo alguno de su caligrafía árabe. Hoy por hoy, somos afortunados de tener el Corán exactamente tal y como le fue revelado al Profeta, escrito y leído en la misma lengua y dicción en que lo fue en el tiempo del Profeta – más de 1.400 años atrás.

Otro aspecto importante de su trabajo fue el de comunicar a la posteridad el más detallado registro de la vida del Profeta, sus discursos, instrucciones, órdenes, consejos morales y comportamiento. Este registro efectuado por los Compañeros del Profeta están agrupados todos bajo el abarcador título de “Sunnah” o “Hadiz” (Tradiciones del Profeta). Es el mayor registro jamás preservado sobre la vida y las actividades de un hombre, siendo una gran bendición para cada generación, pues incluso después de un período de 1.400 años tras la muerte del Profeta, la gente podía aún ver y oír sus enseñanzas tal y como sus Compañeros las vieron y oyeron mientras vivía. Hoy cualquiera puede acercarse a la literatura del Hadiz y encontrar el punto de vista islámico en cualquier asunto. Podrá aprender como ser obediente a Dios y que tipo de hombre es querido por El.

El Corán y el Hadiz son cosas de la máxima importancia para un musulmán. Con su preservación y conservación (Dios ha prometido conservarlos y preservarlos) el Islam está protegido para todos los tiempos venideros. En los días anteriores al Profeta Muhammad (sobre él sea la paz), el Islam fue olvidado una y otra vez tras haber sido vivificado, debido a la ausencia del cuidado necesario en lo que se refiere a la preservación y conservación de los primeros Libros Revelados y los detalles de las vidas de sus Profetas. Esta es la razón por la cual, tras cada Profeta, las generaciones que les siguieron olvidaron las verdaderas enseñanzas desviándose hacia una vida carente de buenas normas morales y de comportamiento. Sin embargo, el Islam tal y como el Profeta Muhammad lo ha revivificado está destinado a durar para siempre, ya que el Libro de Dios y las tradiciones del Profeta están ambas seguras y preservadas en su pureza original.

El modo de vida islámico puede ser revivido y reconstruido una y otra vez con la ayuda del Corán y las tradiciones siempre que, Dios así no lo quiera, decaiga la frescura de su verdadero espíritu. El mundo no necesita de un nuevo Profeta para devolver al Islam su prístina gloria. Es suficiente tener entre nosotros a los estudiosos que conocen el Corán y las tradiciones del Profeta y que son capaces de aplicar sus enseñanzas en sus propias vidas y estimular a los demás a adoptarlas y aplicarlas asimismo en sus propias vidas. Así es como la corriente del Islam seguirá manando y saciando la eterna sed de la humanidad.

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