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Al Isra' y Al'miray
“Loado sea el Señor que hizo viajar, durante la noche, a su Siervo desde la Mezquita Sagrada (de Meca) hasta la lejana Mezquita de Jerusalén, cuyo recinto hemos bendecido, para hacerle ver nuestras maravillas, porque El es Omnioyente, Omnividente”.
El Corán, Capítulo XVII, versículo 1
Al Isra’ -el viaje nocturno- es aquel viaje que Allah generosamente otorgó a Su Profeta Muhammad, desde la Mezquita Sagrada de Meca hasta la Mezquita de Jerusalén.
Al Mi’ray es la ascensión del Profeta a los siete cielos para luego llegar a un límite, que ninguna de las criaturas de Dios conoce. Todo esto, en una sola noche.
Antecedentes Históricos de Al Isra’
A.-E1 año de la Tristeza:
Es aquel año en que muere Jadiya (que Dios esté complacido con ella) y asimismo el tío del Profeta, Abu Talib.
Jadiya era el consuelo del Profeta, mientras que Abu Talib era su apoyo y su protección. Tras la muerte de ambos, los Quraishíes aumentaron sus molestias, torturas y persecuciones tanto contra el Profeta como contra los musulmanes. Por ello, Muhammad nombró ese año como el año de la tristeza, que correspondía al décimo año de su misión. El Profeta no lo llamó así simplemente por la despedida de esas personas queridas, sino porque se cerraron muchas puertas en el camino del Islam.
B.- La emigración del Profeta a Ta’if
Al sentirse abandonado en Meca, sin audiencia, sin aceptación ni apoyo alguno, el Profeta fue a Ta’if, buscando ahí lo que le faltaba en Meca. Pero, lamentablemente, negaron violentamente su mensaje, no sólo así sino que lo sorprendieron por lo inesperado de la dureza y el rechazo incomparable. Además, ordenaron a sus esclavos y empleados que lo insultaran y le arrojaran piedras, hasta que los pies del Profeta sangraron, derramando su sangre como dos hilos. Zaid Ben Harizah (su compañero en ese viaje), al intentar darle protección, recibió muchas pedradas en la cabeza. Fue un día horrible. El Profeta se sentó a la sombra de una muralla rogando así a Dios: “Dios mío, sólo a Tí muestro mi debilidad, mi desesperación y mi fracasada imagen ante los ojos de la gente. ¡Oh el Clementísimo, Tú eres el Dios de aquellos débiles y mío!. ¿A quién me dejas? ¿A un extraño que me frunce el ceño o a un enemigo que se encarga de mis asuntos?. Si no estuvieras enojado conmigo, nada me importaría…”
El Profeta volvió con Zaid a Meca, con una desesperación innegable y una inquietud insoportable. Por eso era muy importante, como consuelo para él, su viaje nocturno, para sentir el apoyo divino y recuperar sus fuerzas para poder continuar.
Al Isra’ y Al Mi’ray
El viaje nocturno del Profeta tuvo una gran importancia para los musulmanes como también para los no musulmanes, algunos de los cuales lo tomaron como lo real (maravilloso) y por ello entretejieron algunas obras literarias que se consideran clásicas en la cultura occidental. (*)
Otros aprovecharon la ocasión para inventar algunos hechos que no coinciden con el relato. Sea lo que fuera la intervención de éstos, intentaré aclarar islámicamente el relato, dentro de las limitaciones que existen.
El Profeta nos cuenta que le llegó Gabriel, el arcángel, con “Alborac”: algunos lo traducen como “rayo” y otros, como “relámpago”. Este Alborac era un animal de tamaño más grande que un burro pero más pequeño que una mula, y velocísimo, a la vez. El Profeta lo montó, y éste lo llevó hasta el cielo, deteniéndose en el Monte Sinaí, donde Moisés habló con Dios, y otra vez en Belén, donde nació Jesús.
Al llegar a cada uno de cielos, Muhammad consultó a Gabriel cada imagen que vio:
– Vio a unos hombres y mujeres con las comisuras de los labios desgarradas. El Profeta preguntó a su guía Gabriel, y éste le dijo que los suplicios que estaban presenciando era el castigo de los embusteros.
– Vio otros cuyos ojos y orejas eran asaetados. Consultando a Gabriel, supo que éllos eran los que abusaban de sus ojos y sus oídos para pecar.
– Vio a unas mujeres colgadas de sus corvas, cabeza abajo, mientras sus pechos eran mordidos por víboras. Esas eran las malas madres que negaron a sus hijos la leche de sus pechos.
– Vio hombres y mujeres colgados de igual forma, sorbiendo penosamente con sus labios el agua y el cieno de la tierra.
Esos eran quienes no cumplían con el precepto del ayuno.
– Vio unos cadáveres hinchados y tumefactos por la corrupción que le cerraban el paso. Esos eran los infieles.
Así sigue la historia hasta llegar a un lugar que es la “casa habitada”, donde sólo asciende el Profeta. Dios le comunica la obligación de realizar las oraciones, que en primer lugar eran cincuenta diarias. Cuando el Profeta, en el camino de regreso, encuentra a Moisés y le informa de ello, el le dice que volviera a Dios y le pidiera una reducción. Progresivamente Dios fue reduciendo la exigencia, hasta llegar a las cinco oraciones diarias, cuya recompensa equivale a cincuenta.
El musulmán, frente a un tema de esa naturaleza, tiene que darse cuenta de lo horrible que eran los suplicios de la gente, y debe alejarse de lo que hicieron para salvarse de esa tortura.
Todos los narradores del relato de Al Isra’ mencionan que se le ofreció al Profeta vino y leche, y que él, por su parte, eligió la leche. Entonces, el arcángel Gabriel le dijo, “Has elegido lo natural”. Narran también que se le apareció una mujer bellísima, que llevaba encima de ella todos los adornos de la vida mundanal, llamándole, “Muhammad, Muhammad”. El no le contestó. Consultando al arcángel Gabriel sobre quién era esa mujer, el arcángel le dijo, “Es el mundo, y si tú hubieras aceptado su llamado, tu nación habría amado al mundo y a la vida terrenal más que a la vida después de la muerte.”
Dos ejemplos que el musulmán hoy día tiene que poner entre ceja y ceja. Narrar la historia de Al Isra’ y del Mi’ray es para sacar ejemplos que sirven al musulmán en su vida y después de ella.
Una Vacía Polémica
Muchos historiadores de la biografía del Profeta, tanto orientalistas como musulmanes, discuten un tema que, a mí entender, es muy fácil: ¿La ascensión del Profeta fue en espíritu y cuerpo, o fue sólo en espíritu?.
El Profeta, cuando contó a los Quraishíes, incluyendo a los musulmanes, fue respondido con la incredulidad de algunos. Uno de ellos dijo: “Por Dios, que las caravanas demoran un mes en llegar a los países de Sham y otro mes en volver. ¿Cómo tú dices que en sólo una noche fuiste y volviste?”.
Los Quraishíes pidieron al Profeta una prueba práctica. El, por su parte, les contó que se había encontrado en el camino con una caravana de ellos y pidió agua para beber a la gente de esa caravana. Uno de los que estaba en esa caravana, posteriormente, confirmó lo que dijo el Profeta. Otros llegaron más allá de todo; le dijeron: “Si tú realmente insinúas que estabas en la Mezquita de Jerusalén, descríbenosla”. El Profeta dijo que Dios le dio la imagen de la mezquita y comenzó a describir sus columnas, cuántas ventanas tenía, cuántas puertas, etc..
Abu Bakr fue la única persona que creyó en lo dijo el Profeta inmediatamente, pues manifestó: “Si lo dijo, entonces yo creo en ello. Juro por Dios que yo le creo en las cosas que van más allá de todo, ya que él nos dijo que Dios le revelaba versículos y que el arcángel Gabriel lo viene a ver, y nosotros le creemos. ¿Cómo no vamos a creerle en algo como esto?”. Por esta reacción, desde entonces, Abu Bakr fue conocido como “As-Sidiq”, “el leal”.
La polémica inventada por todos no tiene lugar aquí, por dos razones básicas. Primero, cuando Dios habla, habla de “Su Siervo”, y el siervo es siempre cuerpo y espíritu, materia y alma. Si esto hubiera sido solamente en espíritu, Dios lo habría dicho. En segundo lugar, si el viaje hubiera sido solamente espiritual, los Quraishíes no habrían tenido la confirmación que pidieron de la historia por parte de los hombres de su propia caravana quienes le dieron agua en el desierto. Por lo dicho, podemos afirmar que la ascensión del Profeta fue en cuerpo y en espíritu, a la par.
(*)Tal es el caso de “La Divina Comedia”. Véase Asín Palacios, La Escatología Musulmana en la Divina Comedia, Maestre, Madrid 1961.